Cultura

Reeditan “No digas nada”, la biografía de Sergio Marchi sobre Charly García

A días de estrenarse su último disco "La lógica del escorpión", que saldrá a la luz el Día del Maestro, lanzan una versión actualizada y ampliada del libro escrito por Marchi, el periodista del rock nacional, con nuevas anécdotas que llegan hasta el 2024.

Este es el libro que alimentó a todos los demás. Y al mito también. Desde 1993, Sergio Marchi se convirtió en la sombra de Charly García y de la experiencia surgió “No digas nada”, una biografía “diversa, divertida y divergente”, como Charly le encomendó.

Fue una gran aventura donde el autor cumplió funciones inesperadas: fue confidente, plomo, baterista, brevísimo mánager, psicólogo amateur y enfermero. Lo vio todo. Lo vivió todo. Lo contó casi todo.

El libro se actualizó en 2007, un año antes del colapso de García en Mendoza y sus tremendas internaciones. Marchi fue nuevamente convocado a su entorno, al que renunció antes de transcurrir un año.

Esta reedición llega a 2024 y el autor se aleja de Charly, lo que le permite ajustar la mira y disipar la bruma, agregando nueve capítulos nuevos a los siete de la primera actualización, donde revela, muchas veces entrelíneas, buena parte de los misterios de este período de la vida de Charly García, genio indiscutido del rock latinoamericano.

Marchi, periodista del rock nacional

Sergio Marchi nació en 1963. Baterista desde la adolescencia y periodista desde 1983, trabajó en medios gráficos, radiales, televisivos y virtuales. Fue secretario de redacción de la legendaria revista Rock & Pop, trabajó nueve años en Clarín, fue editor musical de Rolling Stone Argentina, y sus artículos fueron publicados en ADN (La Nación), Radar (Página 12), 3 Puntos, Cosmopolitan, Revista Ñ, Veintitrés, Perfil, El Guardián, Crítica de la Argentina, La Mano y Billboard, entre otros medios. Trabajó en las radios Continental (donde condujo su recordado Rock Boulevard), Nacional, Del Plata, Rivadavia, Rock & Pop, La Red, Supernova, Nostalgie y Mega.

Tiene diez libros publicados, como “No digas nada. Una vida de Charly García” (1997, actualizado en 2007), “El rock perdido. De los hippies a la cultura chabona” (2005, reeditado en 2014), “Pappo. El hombre suburbano” (2011), “Room service. La escandalosa vida de las estrellas de rock” (2014), “Spinetta. Ruido de magia” (2019) y “Algún tiempo atrás. La vida de Gustavo Cerati” (2023).

Incursionó en televisión con el programa de entrevistas Cinco objetos para la TV Pública. En 2021 realizó una serie de podcasts para Radio Disney: Íconos. La Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires lo reconoció en 2022 como Personalidad Destacada de la Cultura. Actualmente, dicta cursos online sobre historia de rock y periodismo, da charlas en la Argentina y otros países y escribe para Clarín y otros medios, y conduce El ritmo divino por Radio Universidad de Buenos Aires todos los miércoles a las 22.

Un adelanto

La editorial Penguin Random House comparte un adelanto del prólogo a la edición 2024 de “No digas nada”, en el que su autor, Sergio Marchi, explica los motivos que lo llevaron a actualizar su biografía best seller, detalla las nuevas incorporaciones, aclara cómo es su relación con Charly y desde qué enfoque la escribe.

“No digas nada: una vida de Charly García” se publicó por primera vez en octubre de 1997. Se convirtió en un best seller fulminante para alegría del autor y del biografiado, que declaró públicamente sentirse representado. Los fanáticos del músico lo leyeron varias veces, lo disfrutaron enormemente y anduvieron “con el libro bajo el brazo por la vida”, cosa que García, con sorpresa, me comentó en su momento. Luego de la quinta edición, se procedió a la sexta, de bolsillo, que actualizaba los hechos a 2007, diez años después de la publicación original. Dos ediciones más tarde, el libro estaba nuevamente agotado, de manera que en 2013 accedí a que se hiciera una octava, la que tiene tapa plateada, un color muy simbólico en la obra de García.

Pero no quise actualizarla. Hacía cuatro años que yo me había alejado de la intimidad de Charly, esa que permitió que “No digas nada” fuera un libro único; una fuente de la cual abrevaron muchísimos otros libros, sitios de internet, canales de YouTube, tuiteros, blogueros y otros bichos que vagaban por ahí. Sin embargo, agregué un nuevo texto llamado “Souvenir”, en el que intenté explicar mi alejamiento y mi posición de aquel momento con respecto a García.

Esta nueva edición actualizada de “No digas nada” consigna los acontecimientos de relevancia sucedidos en la vida del artista hasta mayo de 2024, y decidí que era hora de hacerlo cuando me percaté de que el libro original había cumplido un cuarto de siglo y que mucha gente todavía seguía demandándolo.

Durante el trabajo de actualización comprobé varias cosas. Una de ellas es que hubo muchas vicisitudes en torno a la vida pública y privada de Charly García, más de las que podría haber supuesto cuando me puse a trabajar en el período 2008-2024. Lo que también me quedó claro es que mi punto de vista con respecto a Charly ha seguido cambiando: la distancia ayuda a enfocar mejor las cosas. Y eso crea un problema insoluble para el autor: no se puede mantener el mismo tono de cercanía que posibilitó el libro original. Hay cosas que en la cotidianidad y la emergencia se ven de una manera, y que a la distancia y con la cabeza serena se observan de un modo diferente. Es parte de la religión.

¿Y qué hay de la relación personal? En estas nuevas páginas cuento con el mayor detalle posible mi acompañamiento en el período de recuperación que transcurrió en la chacra de Palito Ortega, donde estuve de cuerpo presente, y también los motivos que llevaron a que un día decidiera irme de su lado, poco antes del Concierto Subacuático en Vélez Sarsfield. Decisión de la que no me arrepiento en absoluto: quise quedarme pero me fui. Y estuve en lo correcto. No elegí el momento, pero Charly ya tenía su vida encarrilada y mi ausencia no iba a causar zozobra en él. Tiempo después, en Uruguay, le preguntaron en una conferencia de prensa sobre mi libro, pero eligió hablar sobre mí. “Mirá, él estuvo cerca, él estuvo. Ahora te voy a dar un dato de Sergio Marchi: lo único que come es milanesas con puré (risas). No puede comer otra cosa. Ahora me odia, me parece. Sí, sí, sí. Se hizo fan de Spinetta”. Si bien el “menú Marchi” es bife con puré, acepté la broma pero puedo aclarar ahora que nunca lo odié, y que siempre fui fan de Spinetta, Pappo, Cerati y muchos otros artistas. Fue el mismo Charly el que me dijo que “la mejor posición posible es la de fan”.

Lo que sucede es que cuando uno está escribiendo un libro, el apego debe ser a la verdad y hay que evitar que el fanatismo la nuble. Me pasó en la primera parte de “No digas nada”; menos en la actualización de 2007, y menos en esta. No se trata de cariño, ni de revancha o desprecio hacia Charly, todo lo contrario: creo que la mejor manera de ser amigo de alguien es no mintiéndole.

Cuando me fui de su lado lo anuncié en Facebook con un texto muy tenue y amable que hasta dejaba la puerta entornada. ¿Pero odiarlo? Jamás. Un enojo fundamentado está muy lejos de ese sentimiento llamado odio. Los que me odiaron fueron algunos de los que integraron sus posteriores entornos, sobre todo Mecha Iñigo. ¿Por qué? Porque en su momento, cuando dijo que quería tener hijos con Charly yo sostuve que era una chica con un plan. Y no me equivoqué. Solamente que el plan había sido urdido por Charly más allá de los que Mecha pudiera haber pensado. Ahora es ella la que está atrapada. El viejo truco de andar por la sombra: la novia como rehén. García tiene un campo gravitacional que altera cualquier trayectoria calculada.

Mecha logró muchas cosas al lado de Charly y en esa cercanía se centra su existencia. No soy quien para juzgarla, ni me interesa. Recuerdo el agresivo mensaje privado por Twitter (ahora X) que me envió su madre en los días calientes (lo tengo guardado), y también las burlas de Mecha ante una opinión que publiqué en mi muro de Facebook. “¿Marchi? ¡Marchitado!”. Me recordó las cargadas de la escuela primaria. Luego, las distintas productoras me fueron negando la entrada a sus conciertos y hasta estuve excluido de la jornada de festejos de sus 70 años, que incluía una mesa con todos los que escribieron libros sobre García, por pedido expreso de Mecha. Lo mismo sucedió en su BIOS, donde querían contar conmigo pero Mecha no lo permitió. No me quejo. Su proscripción me enaltece. Que viva la rivalidad, como canta el propio Charly en un tema de Random.

En 2016, me lo encontré al mismísimo artista en Boris, un reducto que ya no existe, cuando el INAMU invitó a músicos y periodistas a celebrar el rescate del material de Music Hall, sello quebrado que tuvo bajo contrato a Serú Girán, Miguel Mateos, León Gieco, Miguel Cantilo y otros artistas. Cuando lo vi venir en silla de ruedas, le hice una reverencia y lo saludé con buena onda.

—Vos estás siendo muy malo conmigo últimamente —me reprochó.

—¿Cómo puedo ser malo con vos si no te veo desde hace siete años? —fue mi respuesta—. ¿Querés que hablemos?

—¿Ahora?

—No, cuando vos quieras.

—Hablá con Mecha.

Era el modo de mandarme al muere y lo supe enseguida. Igual saludé a Mecha ese día y le pedí disculpas si algo de lo que yo había escrito la había ofendido. “Qué bueno que lo puedas ver”, me dijo y hablamos de algún problema de salud que tenía, ante lo que le ofrecí recomendaciones de especialistas si necesitaba. Charly me miró con cara de culo todo el tiempo que duró aquel encuentro de músicos, autoridades y periodistas, lo que quedó inmortalizado en mi iPad, una de cuyas fotos aparece en este nuevo volumen.

En otra ocasión Mecha me envió un mail porque escribí en algún lado que no me gustaba la foto de tapa de Rolling Stone que le había hecho Nora Lezano, aclarando que no criticaba la foto sino la imagen de loco que daba Charly en ella sosteniendo a un gato negro, que resultó ser de Mecha y que convive con ellos en Coronel Díaz. “¿Vos te querías comprar un perro?”, cantó el artista en su tema “Gato de metal”.

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